La potencia energética refleja la capacidad de las fibras musculares (FMI, FMIIa y FMIIx) de generar ATP por unidad de tiempo.
Cuando entrenamos, establecemos una necesidad de potencia energética por la que nuestros sistemas de regulación van a valorar cuál de estas fibras (en función de sus características metabólicas) pueden satisfacer esa necesidad de ATP que tenemos en un momento determinado: más o menos rápido, intensidad alta o baja, contracciones lentas, etc.
Por eso, gran parte del trabajo de un deportista de resistencia aeróbica (alrededor del 70-80%) debería ser el entrenamiento de volumen o una intensidad baja, ya que de esta manera trataremos de optimizar la potencia energética de los ácidos grasos, con el fin de elevar al máximo ruta metabólica que podríamos considerarla como una vía de obtención de energía limpia.